El duque caído y el caballero que lo odiaba - Capítulo 1
Capítulo 1
[Prólogo; antes de la regresión].
Cuatro hombres golpeaban a un mendigo en un callejón. Se podía ver la escena con sólo girar ligeramente la cabeza, pero todos los transeúntes que pasaban no le prestaban atención, ya que aquellos cuatro hombres eran especialmente infames por ser unos malhumorados buenos para nada, y el hombre ahí apaleado no era más que un mendigo sin nombre.
El desafortunado mendigo, Luisen, enroscó su cuerpo y soportó la violencia. Con su cuerpo hecho bola, parecía un ratón que se hubiera arrastrado desde las alcantarillas. No se atrevía a mover un solo músculo. Sabía que cuanto más se resistiera, más tiempo lo golpearían. Así que cerró la boca con fuerza y se cubrió la cabeza con ambos brazos. Su cabello, seco como la paja, temblaba.
—Ah, que tipo tan obstinado. No ha hecho ningún ruido.
Los pandilleros sacaron la lengua. Tenía que haber algún tipo de reacción para que la paliza fuera satisfactoria, porque golpear a un hombre que sólo se enrosca le quita la gracia.
—Esto es aburrido, vamos a jugar a las cartas.
—Claro.
—Este asqueroso bastardo ya ha tenido suficiente.
Los inútiles escupieron en la temblorosa espalda de Luisen y, riéndose a carcajadas, salieron del callejón. En cuanto desaparecieron, Luisen se levantó agarrándose de la pared. Cojeando de una pierna, avanzó lentamente. Quizás esos sinvergüenzas le habían dado en algún punto vital; porque cada vez que apoyaba el peso de su cuerpo en el pie, sentía una agonía vertiginosa.
Raspó un poco de nieve del suelo y la utilizó para limpiarse la boca ensangrentada.
«Malditos imbéciles…»
Fueron aquellos buenos para nada los que le hicieron primero la propuesta: “Si nos sigues, te daremos dinero como en los cuentos de hadas”. Luisen ya llevaba dos días sin comer; se pasaba el día mendigando y haciendo trabajos menores, pero seguía sin poder permitirse una hogaza de pan. Con ese pan, podría aguantar unos días más. Ya estaba nevando y, si no comía hoy, moriría.
Conteniendo su disgusto, no tuvo más remedio que aceptar la oferta. Sin embargo, aquellos hombres pronto empezaron a actuar a su antojo, agarrándolo del cabello y actuando como si lo conocieran. Cuando Luisen les pidió el dinero que le habían prometido, murmuraron alguna tontería: “¿Acaso no te divierte esto?” De repente, mostraron su mal genio y empezaron a golpearlo.
Desde el principio, no tuvieron intención de darle dinero a Luisen.
«Entiendo si no me darán el dinero. Pero, ¿por qué me golpean?»
Resoplando, Luisen se secó algunas lágrimas. Le dolían los sitios donde le habían golpeado los pandilleros. Le dolía todo el cuerpo y se le nublaba la visión debido a la fiebre que empezaba a apoderarse de él. Sin embargo, la miseria era más insoportable que el dolor de su cuerpo.
«En los viejos tiempos, esa gente no habría sido capaz de mirarme siquiera a la cara…»
Luisen había vivido toda su vida sin conocer el hambre ni las penurias. Su padre era el Duque de Anness, y su madre, una noble princesa. Nació como hijo único del duque y le sucedió muy pronto. Las doradas y fértiles llanuras del sur eran todas suyas.
Era uno de los cuatro únicos grandes señores del reino. Tenía innumerables vasallos a sus órdenes, y poseía el derecho para someterlos a juicio. En la región sur del reino, tenía la misma autoridad que el rey.
Como uno de los grandes señores, tenía autoridad para celebrar las coronaciones reales y podía casarse con miembros de la familia real. Incluso el rey lo trataba con cautela, y la reina lo hizo amigo de la infancia del príncipe heredero, para convertir a su hijo en un firme candidato a la sucesión.
Creció jugando en palacio como si fuera su propia casa. Sólo comía y vestía las mejores, y más extravagantes cosas del mundo. Todo lo que quería, lo conseguía. Nunca le faltó nada, y ninguna sombra se proyectó sobre su vida.
Fueron años perfectos.
Luisen Anness no era alguien a quien un rufián de barrio se atreviera a mirar. Eran personas que deberían haberse arrodillado a sus pies en completa obediencia. Eran seres insignificantes cuyas vidas y muertes fueron trastocadas por sus palabras.
Pero, ahora…
«¿Cómo fue que terminé así?»
Hace tres años, en primavera, el rey se desmayó. El rey era tan viejo y enfermizo que para nadie fue una sorpresa. El problema, sin embargo, fue que el anciano rey cayó en un coma profundo sin decidirse por un sucesor.
¿Por qué, de entre todas las cosas, el rey tenía que tener a dos hijos tan distinguidos?
El mayor, Ellion, era sólo el hijo de la concubina real. Pero, al ser el primogénito del rey, se le concedió legalmente el derecho al trono. Con su excelente educación y carácter, recibió elogios por su naturaleza real.
Ferrís, el más joven, era hijo de la reina. Por tanto, nadie podría criticar su derecho a la sucesión del trono. Aunque su inteligencia y carácter no se podían comparar con los de Ellion, su personalidad era favorable y dejaba buenas impresiones. Todos los nobles influyentes lo apoyaron.
Cuando el reino colapsó, el segundo príncipe, Ferrís, tomó el control del palacio con el poder de su madre, la reina. Poco antes, el primer príncipe, Ellion, escapó hacia el norte, donde tenía cierta influencia, y comenzó a levantar una base militar. Siguiendo a los dos príncipes, el reino se dividió en dos facciones y comenzó una guerra civil.
Luisen y el ducado de Anness decidieron mantenerse al lado del Príncipe Ferrís. No había dudas en su lealtad, pues el Príncipe Ferrís era, a su vez, un pariente cercano y su único amigo.
El Príncipe Ellion salió victorioso en la guerra civil que duró poco más de medio año; el Príncipe Ferrís por su parte, murió en batalla durante la guerra y, cuando el primer príncipe tomó el control del palacio, la reina fue encarcelada por decreto oficial. El rey estaba al borde de la muerte, por lo que el reino quedó prácticamente en manos del primer príncipe, el cual, blandió su espada de hierro contra los seguidores de Ferrís.
Ni siquiera el Duque de Anness pudo evitar ese destino. En el otoño de ese año, Carlton, la espada del príncipe, llegó con su gran ejército al ducado.
¿Quién es Carlton? Carlton, aún siendo de baja cuna, fue reconocido por el primer príncipe por su abrumadora fuerza militar. Se convirtió en una figura importante para su facción. Entre los nobles, tenía otros títulos más populares y despectivos que “la espada del príncipe”; como: “El carnicero del príncipe”, “El degollador” o “El masacra nobles”, pues despreciaba a quienes ostentaban de su suerte por haber nacido en cuna de oro en la alta aristocracia y, despreciaba aún más a los nobles incompetentes.
Y Luisen, era ambas cosas.
Estaba aterrado por la noticia de la llegada de Carlton.
«Carlton me matará. Me matará de la peor manera posible».
El joven duque abandonó toda obligación y se recluyó en su habitación. Dejó todas las batallas futuras en manos del destino y no bebió nada más que alcohol. Estaba aterrorizado y no sabía cómo responder adecuadamente; nunca en su vida había experimentado una crisis de tal magnitud, como lo es una guerra civil.
La vida pacífica que disfrutaba se había convertido lentamente en un veneno. Día a día su terror crecía. Y, cuando todo se volvió demasiado insoportable, Luisen tomó una decisión irreversible.
«Tengo que salir de aquí. Huir muy, muy lejos donde él no pueda encontrarme».
Recogió su fortuna y, en medio de la batalla, escapó del castillo. Tenía varios vasallos, parientes y amigos… así que seguramente alguno de ellos lo acogería y cuidaría de él; creía vagamente que alguien lo ayudaría. Fue una decisión estúpida tomada por una mente hecha un lío por el miedo.
El mundo se tornó frío tan pronto como perdió su estatus como Duque de Anness. Todos sus amigos y familiares de confianza hicieron la vista gorda. La fortuna que traía consigo se la llevaron los asaltantes y estafadores en el camino, y el sirviente que lo acompañaba murió mientras intentaba atrapar a los criminales. Luisen regresó demasiado tarde a la finca, pero ya todo había terminado.
Furioso por el escape de Luisen, Carlton masacró a los ciudadanos del ducado y prendió fuego a varias partes del territorio. Aún así, eso no alivió su ira. Las cabezas de los vasallos de Luisen colgaban de los muros del castillo. Los cuervos acudieron en masa al olor putrefacto de los cadáveres, crascitando¹ siniestramente.
El fuego se extendió sin cesar y arrasó con las llanuras, el maduro trigo amarillo en temporada de cosecha, fue devorado por las fervientes llamas rojas. El humo negro llenó el cielo y los supervivientes restantes se lamentaron lloraron.
Al ver esto, Luisen volvió a huir. Decidió darle la espalda al ducado porque no podía hacer frente a la tragedia que él mismo había provocado.
Después de eso, no pudo permanecer estable en ningún sitio porque sentía como si Carlton todavía lo persiguiera. Si miraba hacia la oscuridad, sentía como si pudiera oír el sonido de los cascos del caballo de un caballero negro.
Cuando dormía, sin falta, soñaba con estar de pie en un campo dorado y en llamas. Las personas muertas se convirtieron en fantasmas que seguían a Luisen. Le lastimaron la cara con las uñas, le cortaron el cuello y le aplastaron la cara. Con rostros miserables y quemados, lo culparon y maldijeron con resentimiento.
El mundo era cruel con un hombre errante y mentalmente inestable.
Debido a la guerra civil y la hambruna, el país estaba en una situación desesperada. La gente se volvió incapaz de cuidar de sí misma y la vida cotidiana se había desmoronado, emociones como la simpatía y la compasión se habían convertido en un lujo. Luisen tuvo que sobrevivir con sus propias fuerzas.
«¿Era una persona tan patética e indefensa?»
No fue nadie después de perder su derecho como primogénito a la riqueza de su familia. Luisen no era bueno en contabilidad y no sabía nada acerca de cómo cultivar, ni tampoco estaba en condiciones de realizar trabajos manuales. Ni siquiera sabía luchar.
Ignoraba las costumbres del mundo que lo rodeaba. No podía hacer nada, aunque quisiera ganarse la vida.
Su dinero se acabó rápidamente y vendió todo lo que pudo: su ropa, sus zapatos e incluso su cabello… Pero pronto encontró su límite. Por primera vez en su vida, Luisen experimentó hambre. Sentía crujir sus tripas y el cielo se puso amarillo.²
«Duele. Duele mucho. Estoy hambriento, cualquier cosa está bien. Quisiera comer algo, cualquier cosa…»
Sus ojos se pusieron en blanco. Su altivo orgullo se hizo añicos ante el hambre. El refinamiento, la moral y sus valores aristocráticos colapsaron.
Por una comida, sería capaz de vender su cuerpo e incluso, su corazón. No dudaba acerca de cometer todo tipo de delitos, de mendigar o de robar. La lucha por la supervivencia fue un síntoma del hundimiento de su existencia y la estabilidad del país.
Sin embargo, la comida que ingería de esta manera era tan deliciosa que hasta podría llorar. Lloraría mientras devoraba una sopa de origen desconocido que ni siquiera habría mirado cuando era duque.
De esa forma, pasaron tres años.
No quedaba rastro alguno de la época de Luisen como noble. Su cuerpo era tan delgado como una rama y su tez estaba pálida y amarillenta. Había profundas sombras debajo de sus ojos, haciéndolo parecer enfermizo. Por miedo a ser descubierto, a menudo se agachaba y escondía su cuerpo. Al final, esto resultó en una espalda encorvada y el cuello como el de una tortuga.
En verdad, fue un milagro que Luisen, que sólo sabía comer y jugar, durara tres años de ese modo. Decían que los ricos arruinados y en desgracia sólo podían sobrevivir tres años, y para él, era exactamente eso. Ahora, realmente no tenía nada. Incluso su hermosa apariencia se vio arruinada por la dura vida en la calle, y nadie lo quería.
«Tengo hambre, tengo hambre, tengo hambre…»
El vértigo surgió en su interior.
Hace dos días se escondió en el patio de una familia cualquiera, robó y se comió la comida de su perro. Ahora que lo pienso, esa fue su última comida. Debido a la falta de comida disponible para las personas, incluso la comida para perros era demasiado valiosa como para desperdiciarla.
«Quiero comer… cualquier cosa está bien. Sólo quiero comer algo».
Ahora pensaba mucho en cuando era duque y en la comida que apenas tocaba debido a la falta de apetito.
Una mesa amplia y larga llena de montones de comida deliciosa. No debería haberla desperdiciado. Debería habérsela comido toda sin dejar ni un solo bocado. Si le dieran eso ahora, incluso lamería los platos hasta dejarlos limpios.
Extrañaba mucho esos días. ¿Por qué no pudo haber comprendido y valorado más su vida en ese momento?
Al final, Luisen rompió a llorar. Sabía que al llorar sólo desperdiciaría energía, pero aún así, no pudo evitar derramar sus lágrimas.
El camino nevado estaba resbaladizo y sus piernas eran inestables. En su estado actual de agitación, perdió el equilibrio y tropezó, cayendo al suelo.
*Crash*
La nieve estaba fría, y la única ropa que tenía se había mojado. Estaba en una situación en la que no tenía algún lugar para secar su ropa o cambiarla por algo nuevo. Tuvo que levantarse rápidamente para poder sacudirse la nieve y salvar lo que aún tenía seco. De lo contrario, si dormía a la intemperie con la ropa mojada y fría, podía contraer tuberculosis.
Pero Luisen no se movió en absoluto. Sollozó con la cabeza todavía atrapada en la nieve.
«Debería haber muerto en aquel entonces. Incluso si hubiera muerto ahí, habría muerto como un noble en lugar de vivir así».
«Tal vez así, los vasallos y ciudadanos no habrían muerto. Esta no es una vida por la que valga la pena sacrificarlos a todos. No soy útil en ninguna parte, ni como noble, ni como Duque de Anness, ni siquiera para mí mismo».
«Si iba a morir de todos modos, hubiera sido mejor no huir…»
Luisen sintió angustia cuando innumerables arrepentimientos traspasaron su corazón. Estaba tan débil hasta el punto de que su corazón no podía soportar el intenso dolor. Mientras su cuerpo se enfriaba, sintió que su conciencia se desvanecía. Las punzadas de frío y hambre, parecidas a dos cuchillas, comenzaron a desaparecer lentamente.
—En lugar de morir así…
[Notas de traducción]
1-. Crascitando: De crascitar, sonido que hacen los cuervos.
2-. “El cielo se puso amarillo”: Referencia utilizada para dar a entender que está desorientado.
Traducción | Kaori
Corrección | Kaori
Quality checker | Ele