El duque caído y el caballero que lo odiaba - Capítulo 2
Capítulo 2
[Lo primero que debes hacer al regresar al pasado].
*Bang*
*Bang*
*¡Aghh!*
*Crash*
Estruendos y estallidos ensordecedores, como si una enorme montaña se estuviera derrumbando, devolvieron a Luisen a la realidad.
—Excelencia, excelencia. Por favor, dese prisa y despierte. La batalla ha comenzado.
—Ugh…
—Déjame solo. Acabo de morir, ¿sabes?
Luisen se cubrió la cabeza y apartó la mano que intentaba despertarlo. Sentía la cabeza hecha añicos y las náuseas se apoderaban de él. Un terrible hedor a alcohol se impregnaba desde alguna parte.
«¿Qué es ese olor a alcohol?»
Tras la guerra civil, Luisen no podía beber ni una sola gota de alcohol. Se había proclamado la prohibición mientras la hambruna continuaba azotando las tierras; y el precio del alcohol se disparó. Para un vagabundo como Luisen, a quien le costaba encontrar el pan de cada día, el olor del alcohol, por no hablar de su sabor, era un sueño imposible.
Pero entonces, ¿por qué actualmente tenía una severa resaca?
Giró su acalorada y confusa cabeza. Lentamente, y poco a poco, sus recuerdos volvieron.
Era evidente que Luisen debería haber muerto en aquella noche de invierno, tres años después de su fuga del castillo. Sin embargo, milagrosamente un hombre que pasaba por allí lo salvó.
Era un hombre en medio de una peregrinación religiosa. Como le faltaba un brazo, apodaron al hombre como el peregrino manco. Luisen no sabía su nombre. Siempre llevaba puesta la capucha de un monje, por lo que no podía verle la cara. El hombre parecía extremadamente sospechoso, pero a pesar de eso, cuidó a Luisen con todo su corazón.
Le cedía su cama, calentaba la habitación con la preciada leña e incluso, estaba dispuesto a compartir medicinas y alimentos. A pesar de que no era rico, cuidó con gran devoción a Luisen. Gracias a él, Luisen no murió ese invierno y recuperó algo de vitalidad.
Luisen sintió una profunda gratitud hacia el peregrino manco. Que hubiera una persona tan misericordiosa y sabia en este mundo… Empezó a llamar “santo” al peregrino y siguió su doctrina.
Siguiéndolo, Luisen aprendió mucho del mundo y se dio cuenta de su propia estupidez. Las historias que contaba el santo ayudaron a que Luisen tuviera una mirada más perspicaz. Le ayudó a ver el mundo de manera clara a través de sus ojos, libres de pecado y seniles. Luisen fue capaz de sentir remordimiento y pidió sinceras disculpas a los muertos.
Después de encontrarse con el santo, dejó de sentir un hambre devastadora y durmió encerrado entre techos y paredes, pero su cuerpo ya estaba destrozado por las calles.¹ El invierno siguiente, un año después, Luisen dio su último suspiro.
«Pensé que estaba en una cabaña vieja…»
Fue una noche interminablemente inquietante y espantosa. Como era pleno invierno, la furia de la ventisca nevada sacudía las ventanas como si quisiera hacerlas añicos. Sabiendo que era la última noche de Luisen, el peregrino llenó la estufa de leña.
Cada vez que se escuchaba algún sonido extraño, el corazón de Luisen también se estremecía.
La muerte era muy aterradora.
Tenía miedo de encontrarse con las personas que habían muerto por su culpa. Era doloroso recordar su vida, pero también le daba miedo pensar que ya no tendría más días. Ah, el proceso del alma abandonando el cuerpo era demasiado largo, aburrido y terrible. Las lágrimas no dejaban de caer.
—Hermano —dijo el peregrino manco, el santo de Luisen.
Agarró la mano de Luisen, como si comprendiera el deseo de su corazón. Luisen se humedeció los labios con un poco de vino que el hombre había conseguido, como si nada, y pronunció su última voluntad, su confesión final.
Y luego, murió.
Ese fue el último momento que Luisen pudo recordar. Definitivamente murió entonces.
Pero entonces, ¿por qué huele a alcohol? ¿No murió? ¿No fue así? El recuerdo de su vida filtrándose de su cuerpo no pudo haber sido un sueño.
—¿Estoy en el infierno?
Teniendo en cuenta los espantosos gritos que venían de todos lados, aquello debía de ser el infierno. Tenía una terrible migraña y sentía muchas náuseas, como si estuviera mareado. Cada vez que respiraba, el repugnante hedor a alcohol salía de su boca. Era casi como si… fuera el día después de haberse emborrachado hasta perder el conocimiento.
¿Hay resacas en el infierno?
—¿Infierno? Bueno, supongo que no estaría mal llamarlo infierno.
Una brusca voz vino desde arriba.
«¿Hay alguien a mi lado?»
Luisen abrió los ojos. La habitación estaba a oscuras, pero era suficiente para reconocer el rostro de la otra persona. El hombre tenía una llamativa cabellera roja y una apariencia atractiva, pero su expresión distraída lo hacía parecer sencillo.
Era el principal ayudante de Luisen, Ruger.
—¿Eh? ¿Ruger? ¿Por qué estás aquí?
Ruger había huido con Luisen aquella fatídica noche, pero en lugar de eso, se dejó capturar y matar por los soldados de Carlton para darle a su maestro la oportunidad de escapar de manera segura. Uno de los mayores arrepentimientos de Luisen fue no haber podido recuperar su cuerpo por miedo a ser atrapado.
—Por favor, vuelva en sí. Ahora no es momento de estar despreocupado y beber.
—¿Ahora?
Luisen miró a su alrededor sin comprender: la vista le resultaba familiar. La lujosa habitación decorada en verde y dorado era su antiguo dormitorio. Aunque Luisen pasaba más tiempo en la capital que en su territorio, no podía olvidar el dormitorio que había utilizado toda su vida y que había pasado de generación en generación en la familia Anness.
«No puedo creer que esté viendo este lugar de nuevo»
Esta habitación se había quemado junto con el castillo del ducado. Carlton se había asegurado de ello.
—Aquí, tome un poco de agua fría y recupérese.
Ruger le entregó la taza. Luisen la tomó distraídamente y bebió el agua. Tal vez porque había llegado al infierno, o quizás porque estaba viendo el castillo que perdió por sus propios errores, le ardía la garganta.
«Eww»
El frío hielo del agua le hizo girar la cabeza.
«¿No es esto extraño?»
Luisen se golpeó las mejillas sin piedad. Un intenso dolor floreció.
«¿Estoy vivo ahora mismo? ¿No estoy muerto?»
Los muertos no pueden sentir dolor. Entonces, ¿qué es ese terrible ruido que viene de fuera de la ventana? Corrió hacia ella y la abrió de golpe.
—¡¡AHHHHHHH!!
—¡Deténganlos! ¡No retrocedan!
—¡Sálvenme!
Desde el dormitorio del duque se podía ver todo el castillo de un solo vistazo. Una batalla estaba en pleno apogeo justo fuera de los muros del castillo. A pesar de la ventajosa posición con la que contaban debido a las defensas del castillo, las líneas de batalla retrocedían constantemente. Los soldados de Luisen eran ingenuos y carecían del entrenamiento adecuado, mientras que los soldados enemigos que trepaban por los muros del castillo eran todos de élite. Como para predecir su inevitable victoria, una bandera azul ondeaba majestuosamente sobre el muro. El león azul era el símbolo de la familia real.
Una bandera con un león azul…
La bandera del león azul. Viejos recuerdos, tan vívidos como si hubieran ocurrido ayer, surgieron al ver aquella bandera.
El Príncipe Ellion declaró que todos los que apoyaban al segundo príncipe eran traidores; y para dar ejemplo a todos los nobles que no lo apoyaban, envió a sus soldados al Ducado de Anness.
Carlton, la espada del primer príncipe, el carnicero, el verdugo de los nobles, y demás clase de horribles apodos, dirigió al ejército hacia el territorio del duque.
Carlton recomendó que se rindieran al dominio de la familia real. Aunque de nombre eran vasallos de la familia real, el duque de Anness llevaba mucho tiempo gobernando el sur como su amo. El duque, que había menospreciado en secreto a la familia real, no podía aceptar someterse a su poder. Cerró las puertas del castillo y optó por luchar. Creía que los numerosos señores del sur, sus vasallos y allegados vendrían como refuerzos si aguantaban.
Tras el inicio de la batalla, el castillo sólo tardó tres días en caer.
SOLO TRES DÍAS.
—Ruger, ¿cuántos días han pasado desde que inició la batalla?
—¿Qué? ¿Ni siquiera lo recuerda? ¿Tomó algo más que alcohol?
—Cuántos días.
—Empezó ayer… así que éste es el segundo día.
¡El segundo día! Fue la misma noche en la que Luisen se escapó.
—Eso… No puedo creerlo.
Luisen se rió entre dientes con desánimo. «¿Regresé en el tiempo? ¿Por qué, de todos los momentos, volví a la noche de la que más me arrepiento?»
No podía creerlo. Luisen apretó el puño y golpeó el marco de la ventana.
*¡Thud!*
—Ngh… Me dolió…
—Le dio un puñetazo a un marco hecho de ladrillos, ¡pero claro que le va a doler! Tomó algo raro y se lo tragó, ¿verdad? ¿Sí? He estado haciendo lo que mi señor me ordenó hacer, incluso en medio de este lío, tanto que me arden las plantas de los pies, ¿y usted está aquí fumando?
—… He dicho que no tomé nada.
«¿O en realidad, sí lo hice?»
Luisen sentía que estaba fuera de sí. Normalmente solo disfrutaba de ese tipo de cosas durante las celebraciones de año nuevo, pero con el miedo a morir a flor de piel, quizás no había razón para no hacerlo.
«Puede que sí, pero sólo un poquito»
—Está bien. Ahora es el momento. Con la batalla en pleno apogeo, nadie nos prestará atención.
—¿Eh? ¿Qué? —preguntó Luisen sin comprender.
Sentía como si estuviera soñando. ¿Había tenido un sueño extraño después de beber? Pues, este Luisen Anness no podría haberse convertido en un mendigo después de todo…
—Tenemos que escapar. He preparado los caballos y el dinero.
Hmm… No pudo haber sido un sueño. Realmente sucedió. De repente, Luisen hizo un sonido de angustia.
«Volviendo al pasado… He leído historias así pero esto…»
Había una vez, hace mucho tiempo, un hombre que vagaba por el mundo y ayudaba a muchas personas. Todos lo alababan como a un santo, pero él no podía ser feliz; debido a que cometió un gran pecado en el pasado. Incluso a pesar de expiarlo con buenas acciones, se sentía afligido. Un día, le pidió un deseo a Dios. Quería revivir a sus seres queridos… Dios, que se compadecía del santo, le concedió su deseo. Envió al santo al pasado para que pudiera salvarlos él mismo.
Era una leyenda conocida por todos los ciudadanos del reino, una historia de ficción hecha para enseñar moralidad e inspirar fe. Pero esa historia se había convertido en su realidad, aunque Luisen no era un santo.
«¿Por qué yo?»
Él era un pecador. Tomó una decisión equivocada que llevó a muchas personas a la muerte y se convirtió en una de las causas de la hambruna. ¿Cuánta gente murió por culpa de una sola persona? ¿Cómo es que se le pudo dar la misma oportunidad que a un santo?
[Notas de traducción]
Kao: No hay, hasta el próximo capitulo ^^
Traducción | Kaori
Corrección | Kaori
Quality checker | Ele